viernes, 24 de abril de 2020

Caliya, la niña diminuta y su perro Picantón.

Caliya era una niña diminuta, pero no porque fuera pequeña, no, era diminuta de verdad, medía lo que un cromo intercambiable de la liga. Siempre iba con un perro igual de diminuto, lanudo y juguetón, llamado Picantón. En realidad, no estaban solos en la vida, vivían con Tesa en un quinto piso de la ciudad portuaria de Almora. Caliya y Picantón habían sido un experimento que salió mal en el laboratorio donde trabajaba el padre de Tesa, Ernesto, pues como eran huérfanos y aun no conseguían encontrar la cura para la diminutez que los científicos habían provocado con una máquina ultra moderna, habían resuelto que vivirían con la familia de Ernesto puesto que al tener una niña, esta haría sentirse más cómodos a la inusual pareja.

Un día soleado de junio, tranquilo y apacible, se fueron los padres de Tesa, su hija, la niña y el perro diminutos a la playa. Colocaron las toallas en el trozo de playa más singular de la ciudad de Almora. Detrás se divisaba el inmenso templo Neo-Bizantino con hermosos pilares de mármol de la población cercana de Macel; y al otro lado, sobre un gran promontorio, la edificación favorita de los lugareños: la Alcazaba y el cerro de San Cirilio.

Una vez se hubieron acomodado, Tesa se encontró con sus vecinos gemelos: María y Raúl, y se juntaron todos para jugar en la arena. Entonces la diminuta Caliya y su perrito que eran tan ligeros, empezaron a andar sobre el agua del mar, intentando correr y escapar de Raúl que se tomaba muy en serio el juego del “Pilla-Pilla”. La pequeña se encontraba de cara a la orilla, sin embargo, tuvo una extraña sensación que le hizo ladear la cabeza hacia atrás. Sus ojos se abrieron asombrados de par en par. Una inmensa ola se acercaba con una rapidez inusitada.

Minutos después, quizá horas, no lo sabía con exactitud, la pequeña Caliya estaba siendo atendida en la zona de hamacas donde se había establecido el área de emergencias. Al despertar buscó instintivamente al perrito Picantón que milagrosamente estaba también allí. Pero no sabía dónde podían encontrar a Tesa y a su familia, ¿cómo es posible que seres tan diminutos sobrevivieran a la Gran Ola y los humanos grandes con los que vivían no habían sido encontrados aun? O quizá los habían dado por perdidos y habían vuelto a casa, o los estaban buscando… Caliya se sentía muy confundida, pero no podía quedarse parada, debían emprender el viaje de vuelta al único hogar que conocían en Almora. Miró hacia atrás encontrándose con la vigilancia eterna de la Alcazaba, eso le dio fuerzas. Se levantó y empezó a caminar junto a su perrito diminuto.


Fuente: Almería de costa.



P.D.: A veces tengo sueños, a veces son historias en mi cabeza que pujan por salir a borbotones, a veces les hago caso y las transformo en palabras. No siempre son tan nítidas, pero en otras ocasiones tengo suerte. Como esta vez.

[Edit.]: Tirando de "reservas" escritas en otro tiempo para intentar mantener el ánimo. 

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