- Que me toque la lotería. Lo suficiente para poder invertir en cosas que merezcan la pena, ayudar a la gente más cercana y repartir felicidad en forma de viajes alrededor del mundo o una casa en la playa para disfrutarla en compañía, nada de ostentación ni BMW’s, cosas que merezcan la pena recordar en la vejez.
- Tener un tocador. Pero supongo que la superficialidad se cubriría con el punto 1. El punto 1 realmente cubriría muchas cosas.
- Dormir siempre que me apetezca, sin que socialmente se me tache de vaga o suponga una merma en mi productividad. De hecho no lo hace, soy más feliz durmiendo 9-10 horas al día, pero como puede resultar una obscenidad, durante la semana me abstengo de hacerlo y me reservo para el domingo y fiestas de guardar.
- La teletrasportación. Nos ahorraría mucho tiempo y podríamos hacer realidad el punto 3 tranquilamente. Eso sí, sin efectos colaterales. Además, las vacaciones serían un gustazo.
- Teniendo en cuenta que el punto 1 se cumpliera o en su defecto, los planetas se alinearan: comer (sin preocuparme del presupuesto) durante una semana en sitios maravillosos, con comida más maravillosa aún, manjares de todas las partes del mundo, con amigos y familia, en una sobremesa sin trabas ni cortapisas de relojes amenazantes. Deleite en estado puro con cada bocado. Eso sí, sin engordar y con mesura, una cosa es probar comidas del mundo y otra muy distinta hacer una bacanal a la Antigua Roma.
- Como en la película Phenomenon, pero sin necesidad de rayos de por medio ni efectos secundarios, poder aprender cuantos idiomas quisiera en apenas unos minutos. ¡Bienvenida sea a mí la Torre de Babel!
- Tener una salud de hierro y morir mientras duerma soñando.
+ Mi último deseo sería después del punto 7, una vez mi alma
abandone mi cuerpo y en el caso de que existiera algo en el Más Allá: conocer a
Freddie Mercury. Siempre me pareció un hombre del Renacimiento.
Fuente: Queen Freddie en Youtube.
Entrada procrastinada por la señoritas T y E.
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