viernes, 27 de marzo de 2020

Viernes, 27 de marzo de 2020

El día anda escaso de horas en esta casa. A cada rato los niños demandan nuevas actividades, y a veces me cuesta mantener el ritmo. Termino a media noche para sentarme frente al ordenador y organizar las "clases" del día siguiente, ver ideas, juegos, canciones..., y sacar algo para estar conmigo misma.

Durante el día nos obligo a seguir ciertas rutinas, como horarios de comida y sueño, y otras más movibles pero ya establecidas, como ejercicio, juegos, fichas... Sin embargo, la sensación de irrealidad es patente. Esta pesa más a las 19:58 frente a la ventana.

No sé si ya lo dije antes, pero dejé de poner las noticias hace días, solo leo algo por la noche para saber como evoluciona la Tercera ahí fuera. Le llamo la Tercera desde que empezó la cuarentena, porque pese a no ser una guerra convencional, hay muchas similitudes con las dos anteriores. La primera es obvia, es esta una crisis sanitaria global. En segundo lugar, hay un frente con soldados-sanitarios que a pesar de intentar salvar vidas en vez de aniquilarlas, van a las trincheras escasos de munición, a los cuales habría que cuidar de su salud mental, especialmente cuando las aguas estén algo más calmadas, porque quedará bastante tocada. Por otro lado, la economía se ha desplomado y ya a nadie se le escapa que esto no será una simple recesión pasajera. Además, mucha gente se quedará en el camino, al margen de ayudas estatales o de cualquier administración pública, esto añadirá pobreza a la ya existente y desembocará en inevitables conflictos sociales.

Evidentemente, habrá dos damnificados más además de los afectados por el virus evidentemente: el planeta y la crisis medioambiental que venimos arrastrando desde hace demasiado; y a un nivel más mundano aun, la clase media que suele ser diezmada o terminar siendo testimonial a medida que todo vaya cayendo como un castillo de naipes, sino lo está haciendo ya en estos momentos.

Todo lo anterior está sazonado con sabores nuevos como la evidente globalización, la digitalización (que no olvidemos que no ha llegado a muchos países del tercer mundo, y ellos si que van a vivir un drama dantesco), el acceso y exceso de información y, por supuesto, papel higiénico suave y con doble capa. Ni siquiera tenemos hoy, el consuelo de dirigentes nacionales o supranacionales que estén dando la talla y sepan ser un referente en la deriva. 

Me dejaré mil detalles y factores en el camino, todo esto es solo una percepción empírica personal sin ningún valor científico, ni un aval de gráficos y medidores cuantificables, pero ahí está la Historia para revisarla en días de confinamiento. 

Entonces paro y me digo que también hay pequeños destellos de luz en la vida cotidiana que la hacen a esta más llevadera. Esos vecinos con un puesto de fruta y verdura en el mercado, que te dejan a la puerta de tu casa bolsas llenas de bondad sin pedir nada a cambio; esas llamadas interminables a mi madre y mi suegra (me cayó la primitiva con ellas), donde da igual la hora, no vamos a salir hija; el tiempo con los peques, los mejores profesores de vida que existen, esa capacidad de adaptación y resiliencia ya la quisiéramos los adultos, ese seguir riendo y jugando con todo un futuro por delante. Y claro está, pensar que a pesar de todo, somos afortunados y repetirlo cada día siendo conscientes.

Me quedó muy largo y un tanto "intensito" lo de hoy. Mi cuenta atrás es hasta el día que encuentren una vacuna o un fármaco que consiga curar la neumonía. Un día menos el de hoy.


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