Espero que no llueva y los niños puedan salir al patio a orearse. He sido incapaz de retomar lecturas, pese a que lo he intentado cada noche, pero lo que me preocupa en algo más de proporción es el absurdo humano. Que los supermercados estén arrasados cuando el abuelo P y muchos como él, sino dan baja por el dichoso virus lo harán de cansancio, hacen que el flujo de suministros sea imparable y constante, no tiene ninguna explicación lógica en mi cabeza. El personal debe de tener despensas y frigoríficos del tamaño de una pirámide egipcia, con sus zonas comunes incluidas. He maldecido alto en mi cabeza, debo reconocerlo.
Unas tres o cuatro veces a lo largo del día, se escuchan desde casa las sirenas de las ambulancias, que circulan casi todas por la calle principal o aledaños. No hay tráfico, pero supongo que será ya mezcla de costumbre y recordatorio de lo que sucede ahí fuera, que esto no es un simulacro.
Hoy Petete y yo hemos terminado el regalo para el Día del Padre que es mañana. La Pequeña Señora también ha hecho su propio DIY.
P.D.: La entrada de ayer la acabo de editar con la receta del bizcocho de yogur y limón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario