martes, 9 de mayo de 2017

Pepín el Culebrín (III). La Huerta Misteriosa.

El conejillo de Indias Mazapán, suspiró satisfecho ante lo que para él acababa de ser un festín. Después de veinticuatro horas sin probar bocado, aquella zanahoria le había sabido a gloria. Miró entonces a sus curiosos nuevos amigos: el desaliñado y libertino jabalí Bartolo, que miraba con ojos bizcos a la pizpireta y bien parecida jabalí Bartola; esta última había aparecido ante ellos como por ensalmo y casi les mata del susto. La pobre había quedado huérfana desde jabatilla, buscándose la vida desde bien temprano, se alimentaba de lo que encontraba, como raíces o frutos silvestres, siempre atenta a que los "Barbudos con gorra" no la atraparan, los culpables de su orfandad. Parecía risueña, pero a su vez no podía evitar ser desconfiada. El grupo lo cerraba aquel pequeño pájaro chiflado llamado Chichipán que padecía tics nerviosos continuamente. Aparentaban y eran de hecho, un grupo bastante extraño, pero parecían seres buenos, y después de haber escapado de una muerte segura del laboratorio, sintió la brisa de la libertad en sus bigotes:

- ¿Hacia donde teníais pensado ir ahora? - preguntó dubitativa Bartola. Habían hablado de reconstruir la casa de Chichipán, pero era tal el estado ruinoso en que había quedado después de que Bartolo se tropezara y la derrumbara por completo, que habían decidido tomar un nuevo rumbo y establecer su morada, por el momento en común, en algún otro lugar más seguro y estable.

- Podríamos ir a ver a mi amigo Pepín el Culebrín, él siempre tiene buenas ideas. Chichipán, chichipán, chichipán - propuso el pajaro con aquellos saltones y expectantes ojos.


- No es mala idea, nos vendrá bien algo de movimiento. -contestó Mazapán.


Emprendieron pues camino el singular grupo por los agrestes campos bajo el sol que calienta sin piedad en el sur. No pasó mucho hasta que llegaron a los pies de un pequeño monte lleno de retamas. Chichipán paró en seco y aguzó el oído.


- Shhhhhh... -se escuchaba tenuamente.


- Chichipán, chichipán, chichipán. Soy yo Pepín, Chichipán, chi chi, chichipán - llamó el pajarillo.


- Shhhhh... mmm, hola querido amigo, curiososss acompañantesss traesss hoy. ¿Qué te trae por aquí? Se te ve másss desquiciado que nunca -afirmó mientras examinaba de cerca a sus acompañantes. Era un culebrín de pequeño tamaño, con gorra de hortelano y un palillo entre los colmillos. Su hablar era siseante y calmado, pero sus ojos se delataban escrutadores y vivaces.


- Hola señor Pepe o Pepín. Permítame que me presente, soy Mazapán, y ellos Bartolo y Bartola. Estamos aquí porque se nos ha presentado una situación algo complicada y Chichipán nos dijo que era usted un individuo con muchos recursos. Verá, nos encontramos actualmente sin cobijo para pasar el otoño e invierno próximos, y nos preguntábamos si sería usted tan amable de ayudarnos a elegir un destino apropiado -soltó casi sin respirar el conejillo de Indias, ante la atenta mirada de todos los presentes.


- Verasss... no esss lo común que losss demásss vengan a pedirme consejo, solo a este chiflado de Chichipán se le ha podido ocurrir venir aquí -suspiró resignado-, normalmente la gente me rehuye. En primer lugar, llamadme Pepín, ni de usted ni gaitasss, que no soy tan mayor como aparento. Y sí, hay un sitio que podría ser ideal para asentarnosss, porque me voy con vosotrosss, tanto terruño aquí me crispa ya. Hay un lugar llamado La Huerta, de la que muchosss han hablado, pero no se conoce a nadie que haya estado jamásss -a estas alturas del discurso, no se escuchaba ni el viento de Poniente-. Sin embargo no hace mucho, un primo mío vino de visita, el Fanegasss, y me contó de aquel lugar idílico donde había conocido al amor de su vida y querían poner huevosss juntosss. Yo le pregunté entoncesss porqué había salido de allí sin tan paradisíaco era el lugar, y me contestó que quería que me fuera con él. Pero no le creí, no del todo al menosss. Tenía la esperanza de que Candelaria me hiciera caso algún día, y establecer nuestro nido aquí. Pero ya véisss a este tonto enamorado, que ella acabó yéndose con Anselmo, tonto como el esparto pero de colmillosss más grandesss y afiladosss -habló con pesar-. ¿Qué decísss?, ¿probamosss suerte? 


- Esto... lo que nos cuentas no suena mal Pepín pero, ¿tú estas seguro de que lograremos encontrar ese sitio, contando con que exista de verdad? -preguntó suspicaz el conejillo.


- Siempre será mejor probar suerte que quedarnosss aquí paradosss chico, ¿no te parece Mazapán?


- Bien entonces. Yo no tengo nada que perder. ¿Qué decís vosotros? -dijo mirando fijamente al resto.


- Por mi estupendo -contesto con una preciosa sonrisa la jabatilla.


- Y... y yo también - dijo el bobalicón de Bartolo mirando embelesado las largas pestañas de Bartola.


- Chi chi chipáaaaaan. Siii -aleteó como loco el pajaro carbonero.


- No se hable másss, ¡en marcha! Debemosss dirigirnosss hacia el norte, siguiendo el cauce del río seco -emprendió camino Pepín.


Todos le siguieron con esperanzas renovadas, aunque con reservas. Lo que nadie les advirtió es que debían tener especial cuidado de no cruzar sus caminos con los Barbudos con gorra.


Continuará...





Fuente: Youtube.

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