Siempre quise tener algún
superpoder de pequeña, supongo que muchos en su más tierna infancia, también
rumiaban pensamientos parecidos; de hecho, ya lo dije en esta entrada sobre cosas que me gustaría que me sucedieran antes de morir. El caso es que había dos que me llamaban
poderosamente la atención: la teletransportación, interés suscitado sin duda
por mi “perritis aguda” cada mañana al intentar levantarme para ir al colegio, y
sentir que todas las fuerzas del universo, se aliaban contra mi persona para que
no pudiera levantar mis tiernas carnes del colchón. Daba igual si había dormido
ocho o diez horas, tenía siempre sueño. Una vez conseguida la titánica tarea de
levantarme y desayunar, me quedaban unos exiguos minutos que eran empleados
para correr literalmente a clases, con ese regustillo desagradable a leche con
Colacao recién levantada.
El otro gran superpoder para mi inocente mentalidad era y es el de tener un supercerebro. Tener la habilidad de
memorización simplemente por contacto visual, que me permitiera ser más
inteligente y saber más. Al principio lo deseaba porque mi lentitud para hacer las tareas
de clase eran legendarias (más tarde descubriría que el meollo del problema,
radicaba en falta de motivación que pudo solventarse con el tiempo y algo más de autocrítica, y con profesores que realmente lo eran de
vocación); después porque creía y sigo creyendo, que me faltarán al menos
cien vidas más para poder leer, aprender y conocer todo lo que nos rodea.
Hace
algún tiempo vimos en familia la película Lucy, encarnada por Scarlett
Johanson. Al margen de análisis cinéfilos, en los que no voy a entrar, la
película me dejó con ese regusto infantil de habilidades extraordinarias y el
deseo por alcanzar la sabiduría universal. Lo cual conecta con la idea, también
reflejada en el largometraje, de la inmortalidad, a través de la cual podríamos alcanzar
un estado superior. Sin embargo, lo que nos caracteriza como humanos iría
diluyéndose hasta ser inalcanzables, Dioses al fin y al cabo (lo cual daría
para una disertación mucho más profunda y extensa sobre religión, que Mafalda
me libre de ello).
El mito creado posiblemente por Albert Einstein de que los humanos solo usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral, ha sido refutado en múltiples ocasiones, quedando patente que simplemente nuestras neuronas podrían tener más rendimiento del que normalmente suelen tener con un entrenamiento adecuado. De hecho existen personas que así lo creen, neurocientíficos como Sarah Blakemore, que afirma que el desarrollo cerebral no llega hasta los 20, e incluso hasta los 30 años. Además existen evidencias de la plasticidad del cerebro humano, que con un entrenamiento y aprendizaje continuo se puede llegar a cambiar el mapa cerebral.
Por tanto, he decidido no perder la esperanza, aunque haya científicos que se empeñen en negar poderes especiales como la telepatía, prefiero seguir con mi cándida esperanza de que algún día, uno de estos dos superpoderes pueda ser alcanzable, y si me apuras, la telepatía, ¿por qué no?, ¿por qué arruinar las ilusiones? De estas no se viven, pero si sé a pesar de mi ignorancia cerebral, que a veces son necesarias para vivir.
Hasta aquí, mis desvaríos de lunes. ¡Feliz semana!
El mito creado posiblemente por Albert Einstein de que los humanos solo usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral, ha sido refutado en múltiples ocasiones, quedando patente que simplemente nuestras neuronas podrían tener más rendimiento del que normalmente suelen tener con un entrenamiento adecuado. De hecho existen personas que así lo creen, neurocientíficos como Sarah Blakemore, que afirma que el desarrollo cerebral no llega hasta los 20, e incluso hasta los 30 años. Además existen evidencias de la plasticidad del cerebro humano, que con un entrenamiento y aprendizaje continuo se puede llegar a cambiar el mapa cerebral.
Por tanto, he decidido no perder la esperanza, aunque haya científicos que se empeñen en negar poderes especiales como la telepatía, prefiero seguir con mi cándida esperanza de que algún día, uno de estos dos superpoderes pueda ser alcanzable, y si me apuras, la telepatía, ¿por qué no?, ¿por qué arruinar las ilusiones? De estas no se viven, pero si sé a pesar de mi ignorancia cerebral, que a veces son necesarias para vivir.
Hasta aquí, mis desvaríos de lunes. ¡Feliz semana!
Fuente: TuitCallejero. |
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