Entró en casa, se desvistió e inició su ritual particular de desconexión. El agua caliente le templó los nervios y los huesos. Cogió los calcetines y al desdoblarlos le entró un ataque de risa. Maldito Murphy, le había dejado un último regalo: calcetines desparejados, uno rojo y otro blanco.
Que le dieran a Murphy y a su ley absurda, a ella siempre le gustó la originalidad. Se fue a la cama con una sonrisa, al fin había terminado el día.
Amor dormido. Baldassare Franceschini (1611-1689). Fuente: Wikimedia. |