Cuando presencio o soy objeto de repetidas injusticias y
actitudes nocivas, casi siempre acabo recurriendo a la escritura, como una vía
de escape y de desahogo. Va impreso en mi ADN. Y sí, voy a contar un poco mi vida, pero en este relato es necesario contar este pedazo de ella. Blog personal se llama.
8 de marzo de 2018, 8:23 horas de las mañana, llego ocho
minutos tarde a mi cita con la matrona de mi segundo hijo o hija, aún es pronto
para saberlo. Fuera llueve y he pasado una noche como viene siendo habitual:
despertares infantiles nocturnos, sueños interrumpidos cada poco tiempo, vejiga
que aguanta poco, episodios noctámbulos… 5 horas en total de sueño, más que la
media de estas últimas semanas. Toco a la puerta y pido disculpas un par de
veces por el retraso. Dejo paraguas, abrigo y bufanda y me dispongo a iniciar
los trámites de mi tercer embarazo por la seguridad social.
Me atienden dos mujeres, una de mediana edad, y otra que
rondará la treintena como yo, año arriba o año abajo. Me dan unos formularios
de consentimiento para las ecografías. Empiezan a rellenar la base de datos (me
mencionan algunos antecedentes familiares descabellados, como problemas
cardiacos de mis progenitores, que no tengo ni idea de a quien se le ocurrió
colocar ahí, porque no son ciertos).
Y aquí hago un inciso. Con 14 años sufrí trastornos alimentarios (¿esto no debería incluirse en el expediente sanitario?) que me afectaron no solo a mi salud física sino que también a mi autoestima y a
la percepción que tenía de mí misma y de mi entonro, me ha costado muchos años
y mucha relativización quererme y cuidarme. Cuando me quedé embarazada esta
última vez, fue casi una sorpresa y lo primero que pensé fue en los kilos que
me sobran por salud, y para no afectar a mi bebé. Actualmente sigo una
alimentación muy variada, muy casera y sana, especialmente desde que a mi hijo
le diagnosticaron APL (Alergia a la Proteína de la Leche de Vaca) con una
reacción poco común, al poco de nacer. Me he convertido en casi una experta en
lectura de etiquetados. Además, en estos tres meses he bajado casi cinco kilos progresivamente;
en breve empezaré clases de Pilates para embarazadas. Por último, en la última analítica de hace menos de dos semanas, mis resultados son de manual, como viene siendo habitual.
Retomo pues. Toca pesarse, veo que desde el lunes pasado que
me pesé, he bajado otro kilo y medio. Y la matrona de mediana edad empieza a
soltarme la reprimenda de que me sobran kilos. Le respondo que soy consciente,
de hecho estoy bajando peso, ella intenta seguir sin escucharme y le corto diciéndole
que he tenido un trastorno alimentario, soy sensible al tema. No me apetecía callarme, ya no, han sido demasiados insultos a lo largo de estos años. Su cara de asco
ha sido para enmarcarla.
Sigue la cita con preguntas relativas a anteriores embarazos
y parto. Sufrí un aborto espontáneo de 10 semanas, con legrado en 2014. Volví
a quedarme embarazada y dí a luz en 2015: tengo problemas de asma y en la recta
final del embarazo acabé en urgencias (supongo eso si debe constar
en mi expediente sanitario), con una bomba de oxígeno porque casi no lo cuento
en las tres ocasiones que sufrí apnea del sueño, dos de ellas seguidas. Y para no ahondar demasiado, mi
hijo acabo hospitalizado con 40 días (la cuarentena me la guardo para mí, es
otro capítulo aparte de como la ineptitud médica puede llegar a joderte
literalmente la vida. Ojo, que de los especialistas que han tratado a mi hijo
en estos dos años, solo tengo palabras de agradecimiento, no solo por su
profesionalidad, sino también por su trato y cercanía), por culpa de un virus que seguramente pilló
de alguien en el paritorio (pero que no se puede probar), le siguieron dos
meses de hospitalización intermitente con UCI incluida. Cuando estamos viendo
la luz, le diagnostican una enfermedad crónica: AIJ (Artritis Idiopática
Juvenil), y dos intervenciones en la rodilla derecha, con un tratamiento
semanal que es como una dosis a pequeña escala de quimio en casa. Por
recomendación médica, no podemos llevarlo a la guardería. Y doy gracias de que a pesar de todo, sus diagnósticos son medianamente llevaderos si se comparan con otras enfermedades, algunas mortales y/o incurables. Mi hijo tiene poco
más de dos años. Dicho lo de la alergia y la Artritis, me pregunta que es eso y
lo confunden con otra enfermedad… Yo con mucha paciencia les explico. Y sigue
la siguiente conversación:
-
Matrona 1: Uy, qué pena que no se relacione con
otras niños – así, sin preguntar, cuando mi hijo se relaciona mejor que muchos
adultos y va todos los días al parque e interactúa con muchos niños de su edad,
algunos en situaciones similares.
-
Yo: Es por recomendación médica. Las defensas le
bajan, y si tiene periodos febriles, no se le puede suministrar la inyección.
El resultado es que un tratamiento de aproximadamente un año, se puede alargar
dos. – con mucha paciencia y educación y flipando por la ignorancia tan
atrevida de estas señoras.
-
Matrona 2: Pero tienes que tener cuidado, le
estas privando de relacionarse con otros niños -¿en serio?, ¿tú eres gilipollas
o naciste así? En ese momento, mi ojo bizco debe de estar echando chispas.
-
Matrona 1: Bueno, claro, lo habrás sopesado, que
te compensa más… -definitivamente, si los tontos volaran, no veríamos el cielo.
Punto uno. Mi hijo no está en
casa porque yo quiera, tiene sobradas razones de tipo médico para no ir a la
guardería. Y el tema abuelos está descartados, los cuatro viven en ciudades diferentes y trabajan. Punto dos. No eres nadie para opinar al respecto, cuando la
educación obligatoria en este país, no está establecida hasta los seis años de
edad. Punto tres. Si no sabes, pregunta o al menos escucha. El que mi hijo se
quede en casa, conlleva otras consecuencias invisibles para la sociedad: YO NO
PUEDO TRABAJAR FUERA DE MI HOGAR. Dos entrevistas de trabajo en este tiempo, en
ambas me contrataban con alta inmediata y relativas buenas expectativas. No pude
aceptarlos, porque el sueldo no me daba para pagar a alguien que cuidara de mi
hijo y además, tuviera que ir a todos los controles médicos en el hospital que
casi cada mes hay que realizarle. Esa impotencia, esa bilis y esas lágrimas,
solo las viví y vivo yo.
La consulta prosigue.
-
Matrona 2. Te vamos a decir ahora una serie de
recomendaciones alimentarias –sobra decir, que en toda la conversación
anterior, se salpicaron comentarios relativos a mi peso, a comer sano y a hacer
ejercicios…-. Nada de cafeína, jamón ni
siquiera congelado, y bla, bla, bla.
Mi marido tiene un posgrado de nutrición, su padre es
catedrático de fisiología y además de su labor científica, hace un gran trabajo
divulgativo en medios periodísticos y especializados en temas nutricionales,
tanto a nivel estatal como internacional. Y yo no seré experta, pero como dije,
algo sé de estos años conviviendo con la alergia en casa. Tenemos amigos y familiares
médicos en diversas especialidades, que después de todo lo anterior, se pongan
a hacerme recomendaciones dudosas… Por solo poner dos ejemplos: una taza al día
de café, no afecta negativamente al feto, y el jamón congelado al menos 24-48
horas e incluso de una curación mayor de 21 meses es posible comerlo en el
embarazo. No lo digo yo, hay estudios médicos serios al respecto. Con respecto
a esto último, lo seguí a rajatabla en mis anteriores embarazos, y sigo teniendo
la toxoplasmosis negativa en mis analíticas.
Después de opinar de mi vida, del enésimo ataque gordofóbico
y de las estupideces varias que he tenido que aguantar, pienso en esa frase tan
cierta de que somos las mujeres nuestras peores enemigas. Hace tres o cuatro
años hubiera aguantado el chaparrón, pero ya no más. No voy dando lecciones a
nadie, no pido que me las den.
Conclusión: me he llevado la canastilla a casa
(cada día más llena de papeles publicitarios que de cosas útiles). Por
supuesto, la gran verdad de nuestros días es : LA IGNORANCIA ES MUY ATREVIDA. Solo puedo seguir creyendo en el karma y que la vida ponga a cada cual en su sitio, así como sus opiniones, esas que no han sido solicitadas.
Hoy más que nunca:
Autora: Paula Bonet. Fuente: lasmujeresdellibroparamos. |
E. Capel
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