jueves, 29 de junio de 2017

Inicio de una historia de amor.

Gabino la vió venir de frente. La nuez de Adán temblaba titubeante ante el respirar agitado de su dueño. Ella venía de frente, y como siempre, no sabía qué hacer ni cómo actuar.

Llevaba tiempo temiendo este momento. Hacía ya semanas que evitaba pasar por delante de su casa o alrededores porque sabía que se encontraría con Valentina, la de cabellos ondulantes color miel, siempre con esos andares tan pizpiretos. Pero su expresión cambiaba al verle a él, era pura química decía su amigo Alberto, un proyecto de científico loco que no había querido/sabido salir de aquel pueblo donde los veranos a la sombra marcaban 46 grados, y podían llevarte a una lipotimia inmediata.

Ya era tarde para darse la vuelta, así que decidió que esta vez no saldría corriendo, pues nadie le libraría después de la posterior mofa que recorrería el pueblo desde su fuente hasta el ambulatorio médico que se encontraba a las afueras del mismo, como había sucedido la última vez que se habían encontrado. En esta ocasión se plantaría de frente, sin mover un músculo y esperaría a que ella tomara la iniciativa y después, que Dios dispusiera.


De esta manera con su firme determinación como único compañero, Gabino se paró en mitad de la acera. El tiempo, el aire y todo alrededor se congeló pese a ser agosto; hasta que una lengua babosa y un rabo peludo le asaltaron encima, derribándolo y eliminando de un plumazo el miedo irracional y atroz que había tenido durante meses a esa perrita pekinesa llamada Valentina, compañera de vida de la bien querida anciana Marcelina.


Fuente: aquí.

E. Capel

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