El conejillo de Indias Mazapán aun corría cuesta abajo por
la ladera sin mirar atrás. Sentía un miedo atroz por todo lo que acababa de
dejar, sin embargo, después de más de una hora sin descanso, paró en seco y
tomó aire.
Mazapán no era un conejillo de Indias del montón, era un pequeño conejo muy avispado que no se conformaba con una vida consagrada al
laboratorio. Todos los días le daba vueltas a la idea de salir fuera, al mundo
que había detrás del ventanal, la sala donde unos hombrecillos tomaban notas mientras él los entretenía con juegos y piruetas. Se terminó de convencer de
que debía salir de aquel sitio, el día que descubrió el porqué de las
desapariciones de sus compañeros de celda conejil.
Ese día decidió en firme escaparse de su prisión. Teniendo
en cuenta que los hombrecillos que tomaban notas eran de costumbres arraigadas,
supo cuándo podría escaparse sin levantar sospechas hasta la mañana siguiente.
Sin embargo, el éxtasis de la libertad
le hizo correr por largo tiempo hasta que se supo relativamente seguro, a pesar
del calor sofocante de aquella noche de verano.
Llegó a una explanada con huertos. Tomates, pimientos,
calabacines, berenjenas… el festival de la verdura ante sus ojos. Pero por
desgracia nada de aquello le llamaba la atención al pequeño Mazapán, pues él
había sido alimentado a base de cereales, fundamentalmente heno. En la noche
cerrada, de pronto oyó un ruido que lo sobresaltó. El sonido de otro animal. Un
pájaro Carbonero Común se plantó ante sus ojos con su canto característico y se
presentó:
- ¡Hola! Soy un Carbonero Común, pero me gusta que
me llamen Chichipán. Chichipán, Chichipán, Chichipán… - se quedó atascado cantando
y pronunciando su nombre a la vez.
- Ho…hola, yo me llamo Mazapán, y soy un Conejillo
de Indias. ¿Los pájaros no dormís por la noche?
- Chichipán, Chichipán, Chichipán. Sí, pero yo
sufro de insomnio… además, durante el día hay hombrecillos con gorra que no me
dejan comer tomates. Los tomates me encantan, ¿sabes? Chichipán, Chichipán,
Chichipán. ¿A ti te gustan los tomates?
Mazapán y Chichipán. Autora: Tamara Capel.
El conejo lo miraba receloso, sospechaba que el pájaro no
andaba bien de la chaveta pronunciando entre cantos a cada rato su propio
nombre. Aun así, le vendría bien entablar buenas relaciones con la fauna
autóctona que conociera el terreno, y así decidir qué rumbo tomar.
- Nunca he probado eso que llamas tomates, no sé si me gustan –prosiguió el pequeño Mazapán-. Oye, ¿sabes de algún lugar para dormir esta
noche?
Chichipán lo miró con los ojos desorbitados, definitivamente
no andaba bien, pensó el conejillo de Indias.
- Te puedes quedar en mi casa, pero no te comas
mis tomates. –sentenció.
Procedieron a entrar entonces a la casita de Chichipán, un
refugio nada común, escondido tras una roca con puerta de mimbre. "Vaya, que personaje tan curioso", pensó para
sí Mazapán.
En mitad de la única sala de la vivienda, había un nidito
lleno de tomates de todas clases, tamaños y colores: cherry, kumato, de pera,
en rama, de ensalada… Al conejillo aquellos frutos no le llamaban la
atención, pero empezaba a sentirse
hambriento
- Tú dormirás allí -dijo el pajarillo a su
invitado señalándole la esquina más apartada de su preciado botín.
El conejillo se acurrucó y se sumió en un largo y
profundo sueño.
Cuando abrió sus ojillos al cabo de unas horas que le
parecieron minutos, vió ante sí un fruto largo, grueso y anaranjado. Decidió
olisquearlo para identificar que podría ser. Entonces una cabeza con pico lo
sorprendió justo a su lado.
- Chichipán, chichipán, chichipán. Te he traído
esto para que desayunes Pichaflan –dijo con los ojos desorbitados por la
emoción de tener un invitado en casa.
- No es Pichaflan. Me llamo Mazapán –el conejillo empezaba
a dudar de que hubiera sido buena idea alojarse en casa de tan singular bicho.
De pronto, una gran sacudida les tiró al suelo y todo empezó
a derrumbarse. Entonces, la oscuridad lo inundó todo.
Continuará…
Frase del día:
"Sólo un necio puede confundir valor con precio". Francisco de Quevedo.
Canción del día:
NOTA FINAL: Sí Tamara... tiene continuación. No hace falta que te diga que tienes una hermana algo "tarumba" mal diagnosticada.
Ver también:
- El Bartolo y la Bartola (II). Presentaciones inesperadas.
- Pepín el Culebrín (III). La Huerta Misteriosa.
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- El Bartolo y la Bartola (II). Presentaciones inesperadas.
- Pepín el Culebrín (III). La Huerta Misteriosa.