martes, 11 de febrero de 2014

De fechas y un brindis.

     Malditas fechas… Nunca pensé que siendo historiadora (sí, me considero historiadora, no licenciada en Historia, otro día con más ganas y tiempo puede que cuente mi reflexión sobre tal afirmación), ciertas fechas produjeran una mezcla de hastío y respeto distante, a la vez que un sentimiento reverencial en mí.

     Hoy,  hace 12 años sucedió uno de esos momentos en los que solemos pensar: esto marca un antes y un después en mi vida… o algo parecido, no tan transcendental como en libros y películas en mi caso, pero algo que se le asemeja bastante.

     Es raro ver que ciertas fechas "vuelven a nosotros", la mayoría de las veces con hechos trágicos o no muy halagüeños, porque lamentablemente es lo que más se recuerda. Los buenos momentos están para ser vividos, casi nunca para recordarlos.

     Hace doce años además: sabíamos de la existencia de Guantánamo, Operación Triunfo “triunfaba” en la televisión española, Jacques Chirac anunciaba su candidatura en las elecciones presidenciales en Francia, Chávez aun respiraba… y qué cosas, el paro no llegaba a dos millones y medio de almas, y eran datos que solían aparecer en la sección económica de los diarios nacionales cada cierto tiempo, no era algo tan tristemente cotidiano como en la actualidad, o al menos esa es mi impresión, admito que algo distorsionada por los tiempos que corren, supongo.

     Entre tanto trajín de los quehaceres diarios, quiero dedicar esta entrada a los que ya no están, pero sobretodo, a los días, a los momentos que se graban en nuestra memoria y en nuestra piel, y nos acompañan de por vida, formando parte de nosotros. Sin ellos, no se entendería buena parte de lo que somos hoy. 

     Brindo (con café claro está, aún es temprano), por los cinco de marzo, los siete de noviembre, los diez de octubre, los once de septiembre, los veinte de abril, los cinco de enero, los uno de junio, los veintiocho de enero y los nueve de febrero, tan cercanos a los once de febrero… y todas las fechas que cada uno quiera incluir o recordar a su manera.

     Un caluroso abrazo en estos días tan fríos.

Extraído de: Universoflow.es


     Con permiso de Nina Simone: Muse - Feeling good.


domingo, 2 de febrero de 2014

La historia de la silla y el pecho.

     Llevo mucho tiempo aletargada en el blog, por eso me apetecía empezar con algo "ligero" para no empachar demasiado y estrenarme con la primera entrada del año, en el primer año del blog.

     Es una pequeña historia espontánea, surgida de un ejercicio de improvisación que hice hace poco para desempolvar la pseudoescritura que suelo practicar y que tan sana me mantiene la cabeza. 

     Consistía en escribir una lista de treinta palabras al azar, lo más rápido posible. Una vez finalizada, debía coger la primera y la última palabra y construir una historia en poco tiempo. Este ejercicio no es de mi invención, lo vi por la red y me apetecía probarlo. El engendro es lo que a continuación podéis leer. 

     Casi lo olvidaba. La primera palabra era silla y la última pecho

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     Apoyó las manos entrecruzadas en su amplio y voluminoso pecho mientras suspiraba al sentarse en aquella añeja silla que tanta vida y culos, había visto pasar. Miraba sin mirar, como decían sus nietos, hacia la chimenea. Le dolían todos los huesos del cuerpo y su cara estaba marcada por años de experiencia y travesuras infantiles, y más de una adulta. Aun recordaba a Paco "el Tonto". ¿Qué habría sido de él?, se preguntaba mientras crujía la silla al ceder bajo su peso.

     Ella y su hermano mayor Ildefonso, solían salir a pastorear por el campo con rebaños ajenos que les reportaban algo de sustento para toda la familia, mientras "el Perra Gorda", como llamaban a su padre en el pueblo, se gastaba lo poco que tenían en vino y putas famélicas.

     El hambre agudiza el ingenio dicen, y ellos que sabían lo que era eso desde su primera bocanada de aire en este mundo, cruzaban sus caminos a propósito con "el Tonto", más gordo y orondo que la mejor de sus cabras. No dudaban que aquel no pasaba tantas penurias como ellos, y suponían que el infierno sería menos tedioso que esos días de "hambre larga".

     Así pues, se turnaban en el engaño. El uno lo entretenía con historias fantásticas o con alguna triquiñuela improvisada en el momento, y la otra chupaba de los pechos de las cabras de Paco "el Tonto". O viceversa. Tanto daba.

     En una ocasión, ella llegó a cambiarle sus zapatos de esparto por los suyos, más nuevos y lustrosos. De pronto se encontró riendo sola.

     -¿Qué pasa abuela?, ¿de qué te ríes? - le preguntó una de sus nietas.
     - De nada niña, de un chiste que escuché el otro día en la radio. ¿Te he contado alguna vez sobre Paco "el Tonto" y de como mi hermano Ildefonso y yo lo engañábamos siempre que queríamos?
     - No abuela, ¿quién era ese? - contestó la nieta, a sabiendas de que sería una historia muchas veces contada. Pero no le importaba, a su abuela le gustaba contar historias y a ella escucharlas.


¡Feliz semana! Fuente: http://www.elotrolado.net/


Eva Capel 
     

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